Hace poco un amigo mayor me obligo a repensar sobre mis disidencias. Por facilidades de la emoción uno esta dispuesto a ceder con facilidad. Los espejos son horrorosos por que reproducen al género humano decía Borges. Pero también son beneficiosos: nos devuelven nuestra imagen a través de la mirada ajena. Yo estaba apacible en mi furia contra los órdenes, pero me acongoje terriblemente con un reflejo inmisericorde. Me vi retratado como esos farsantes y débiles de espíritu que se regodean en su deslumbramiento por la complejidad del mundo. ¡El mundo es complejo! Gran afirmación creen ellos, decisiva creen ellos. Lugo de gritarla entusiasmados se sientan de brazos cruzados a contemplar el flujo de las relaciones de la realidad. Poco importa que esos flujos sean desequilibrados y que muchos de ellos amenacen con estallar. No. El placer y la función consisten en su admiración. ¡Patético! Los doctos son rústicos, vulgares. El flujo se mira para poder vivirlo. Aquí el gran dilema.
Yo pensaba que podía mantenerme viviendo perpetuamente en contemplación de los flujos. Pero un hermano me ha recordado que salí fuera de la realidad para volver a la realidad misma. Eso no es sino lo precedente.
Lo que quería señalar ahora era una contradicción a la que he llegado pensando sobre los compromisos que he adquirido al retomar mi fe. Mi hermano me alisto nuevamente en las filas de la fe. Consecuente con la creencia me corresponde asumir las funciones que se me asignen. ¿Pero yo ya no había superado esto? ¿No me había convencido que esto no era sino una reafirmación de nuestro uno con el uno transfinito? Lastima, pero no es así. Y entre todas las preocupaciones a las que he vuelto, sin mis seguridades de antes, se encuentra el tema de la individualidad dentro de la sociedad.
Me arriesgo a señalar una de las inquietudes de nuestra época: ¿Cómo sobrevive el yo a lo social? El proyecto moderno fue claro en su plan de constreñir a los individuos dentro del todo social, la estructura. Quebrado ese paradigma parece no haberse quebrado su espíritu. Actualmente hoy retomamos las discusiones de la Escuela de Frankfurt: la personalidad de un hombre en conflicto con una personalidad social impositiva. Y ahora que vuelvo a organizarme. Las alternativas de lucha contra esta estructuración se salvan de esta aglutinación totalizante. Creo que no. Los movimientos sociales permiten autonomía a sus integrantes pero su capacidad de presión es limitada, justamente por esa autonomía. La permisividad individual reduce el poder del conjunto. ¿Y los partidos qué? En ellos se ha optado por la homogenización de los individuos a una suma de principios. Que estos sean correctos o no, ese no es el problema, ni puede ser la defensa de esta forma de organización. Lo cierto es que hay unan definición tácita en que estos priorizan la fortalece de la estructura como todo a costas de la despersonalización de sus miembros. Existe una alternativa viable. La fuerza colectiva sólo se alcanza con la homogenización de la individualidad, lo que es su desaparición.
Muchas preguntas todavía y ninguna respuesta.