Sin animo de insistir en la trillada frase: “la política esta en todo”, o en su hermana: “todo es político”; aprovecho esta nota breve sobre el contenido de dichas afirmaciones, que es bastante cierto. En este sentido vale recordar a Foucault quien señalaba el carácter político del que se cargaban los elementos a nuestro alrededor. Si enmarcamos la política dentro de todo aquello relacionado con el poder, y si en esa línea asumimos que todo acto de poder y por o para el poder implica volición, concluimos que la política no es un asunto estático y que esta vinculada, intrínsecamente, con algún sujeto que direcciona volitivamente el poder hacia algún objetivo en particular. Pensemos en algunos casos en concreto, ahora que hemos salido de un proceso electoral. Antaño, la lucha por el derecho al voto movilizó a muchos sectores excluidos de la sociedad, mientras los sectores dominantes trataron de impedir el acceso de nuevos miembros dentro de la estructura de representación civil. En este caso podemos apreciar con claridad que un objeto se convierte en un instrumento político a favor de determinados principios y en contra de otros. El voto cobra relevancia política cuando es cargado con este contenido por los sujetos en disputa.
Lo sucedido recientemente con el dirigente de Puno, Walter Aduviri, me llevó nuevamente a esta reflexión. Desde los medios de prensa, regentados por la derecha peruana, se exigía a viva voz que Aduviri sea castigado por las acciones de protesta de los manifestantes en Puno. Estos periodistas argumentaban que debía aplicarse la “ley” contra el dirigente, que debía ponerse a “derecho”. Estos mismos señores se mostraron indignados y turbados ante el “barbarismo” del dirigente al no reconocer la disposición policial que consignaba fuera detenido. Esta situación muestra, a quien no quiera cegarse en moralismos alarmistas, que la “ley”, la constitución peruana, es un objeto cargado políticamente. Es como si la constitución fuera un actor más dentro de este conflicto. De ahí que sociólogos como Bruno Latour otorguen especial relevancia a los elementos no humanos de nuestras sociedades. Finalizando esta entrada rápida, quería concluir exponiendo el significado del contenido político de un objeto, en este caso la constitución. Se evidencia en este caso que la constitución es un actor, un aliado de determinado sector de la sociedad. No es un simple instrumento, tiene cierta autonomía: ninguno de los periodistas le ha conferido autoridad a este objeto, la constitución; todo lo contrario es este objeto lo que da “autoridad” a los periodistas para denunciar lo que ellos consideran es un atentado contra la democracia. Un buen ejemplo de este tipo de periodistas es Rosa María Palacios, casi una cartesiana de la norma (sería interesante exponer esto en otro artículo). Es cierto que este objeto, la constitución, no tenia la carga política desde siempre. Fue ganando la autoridad que ahora ostenta a través de un proceso de legitimación simbólica, que también es un proceso político porque aquellos significados y contenidos que quedaron fijados en torno a ella fueron aquellos que se impusieron por determinado sector de la sociedad. Bourdieu fue muy claro al explicar este proceso en su teoría de los campos – a la que debería quitársele los campos.
En resumen dentro del constante enfrentamiento entre sectores de la sociedad en nuestro país – los dominantes y oprimidos -, surgen dos actores nada convencionales, por una lado un joven dirigente indígena que ha sabido sostener una protesta difícil, y por otro la constitución, cuasi-objeto, que asume el lugar de los humanos para imponer su “autoridad” sobre uno de ellos. Ambos actores representan a uno de los mencionados sectores, lo que también revela cierto carácter metafórico en este conflicto. Sí, lo metafórico, como representación de lo concreto, también es político: no hay excepciones.